Inauguro este cuarto dentro de la casita con la idea de que sea un lugar donde reunirnos a crear. Aquí iré dejando puentes tendidos para ser continuados, historias para seguir tejiendo, desiertos por poblar, matas que desenmarañar, trampolines para saltar y algunas herramientas y aparejos que a alguien le resultarán útiles.
Pueden escribir al correo lacuenteria@hotmail.com y luego iré subiendo y poniendo a rodar lo que envíen.
Aquí vamos.
Pueden escribir al correo lacuenteria@hotmail.com y luego iré subiendo y poniendo a rodar lo que envíen.
Aquí vamos.
A esta historia la conservo desde el año 2012, así como está. La comenzó alguien del entonces cuarto grado de la escuela El Trigal (Villa de las Rosas, Pcia. de Córdoba), luego de un taller de realización de tapas de cartón. Como derivado del taller, habían quedado en la biblioteca del aula algunas tapas solitas, a la espera de historias que atesorar.
Como se ve en la foto, la tapa misma ya señalaba un camino. Quien comenzó a escribir llegó hasta ese punto verde que también se ve en la foto y luego dejó el libro otra vez en la biblioteca del aula. Y allí quedó la jirafa, más que paseandera, suspendida en el tiempo, hasta el fin de ese año, cuando volvió a mí.
(Vayan viendo el camino…)
Cuando leí el comienzo, puse en marcha otra vez a la jirafa, hasta el punto que se ve, y me dije “alguien va a seguirla”. Y con esa esperanza la guardé, porque era fin de año y venían las vacaciones, y nos íbamos; y porque había que guardar todo para alquilar; y porque seguramente la jirafa tenía que volver a su sueño…
Poco más de dos años pasó en ese laaaaargo letaaaaargo. Hasta hace unos días, que la encontré y decidí: esta es la historia que continuaremos en el "TE RONDA", de este sábado.
Porque que nos ronda, nos ronda…
Aquí queda para ustedes. Para que la lleven también adonde quieran y luego nos envíen todas las continuaciones de este viaje que viene laaaaaargo… como el cuello de quien ya saben.
La jirafa paseandera
Había una vez una jirafa que le gustaba estar en la plaza, tomar sol y el olor a sal del mar. Pero el ruido le parecía feo, espantoso.
Llegó a la playa un chico en bicicleta cromada.
-¡Qué hermoso chico! –dijo la jirafa. Y se echó a correr tras él.
Corrían y corrían.
-¡Qué linda sos, jirafa! Me gustaría que vengas a mi casa.
-Bueno, voy contigo –dijo la jirafa.
Y su corazón dio un salto alto, alto salto de jirafa, cuando el chico le dijo que su casa quedaba en una ciudad.
-¿Una ciudad muy ruidosa? –le preguntó la jirafa.
-Y, sí –respondió su nuevo amigo.
-Bueno, no está mal salir de paseo… -y después de pensar un rato agregó- jugamos un rato y me vuelvo ¿eh?
¿Vos vas a tomar la posta ahora? Aquí dejo esta historia, para que se la lleve y la siga otro. Porque no es mía ni de nadie. Y porque crear juntos sabe delicioso. Sabe a alegría.
Como se ve en la foto, la tapa misma ya señalaba un camino. Quien comenzó a escribir llegó hasta ese punto verde que también se ve en la foto y luego dejó el libro otra vez en la biblioteca del aula. Y allí quedó la jirafa, más que paseandera, suspendida en el tiempo, hasta el fin de ese año, cuando volvió a mí.
(Vayan viendo el camino…)
Cuando leí el comienzo, puse en marcha otra vez a la jirafa, hasta el punto que se ve, y me dije “alguien va a seguirla”. Y con esa esperanza la guardé, porque era fin de año y venían las vacaciones, y nos íbamos; y porque había que guardar todo para alquilar; y porque seguramente la jirafa tenía que volver a su sueño…
Poco más de dos años pasó en ese laaaaargo letaaaaargo. Hasta hace unos días, que la encontré y decidí: esta es la historia que continuaremos en el "TE RONDA", de este sábado.
Porque que nos ronda, nos ronda…
Aquí queda para ustedes. Para que la lleven también adonde quieran y luego nos envíen todas las continuaciones de este viaje que viene laaaaaargo… como el cuello de quien ya saben.
La jirafa paseandera
Había una vez una jirafa que le gustaba estar en la plaza, tomar sol y el olor a sal del mar. Pero el ruido le parecía feo, espantoso.
Llegó a la playa un chico en bicicleta cromada.
-¡Qué hermoso chico! –dijo la jirafa. Y se echó a correr tras él.
Corrían y corrían.
-¡Qué linda sos, jirafa! Me gustaría que vengas a mi casa.
-Bueno, voy contigo –dijo la jirafa.
Y su corazón dio un salto alto, alto salto de jirafa, cuando el chico le dijo que su casa quedaba en una ciudad.
-¿Una ciudad muy ruidosa? –le preguntó la jirafa.
-Y, sí –respondió su nuevo amigo.
-Bueno, no está mal salir de paseo… -y después de pensar un rato agregó- jugamos un rato y me vuelvo ¿eh?
¿Vos vas a tomar la posta ahora? Aquí dejo esta historia, para que se la lleve y la siga otro. Porque no es mía ni de nadie. Y porque crear juntos sabe delicioso. Sabe a alegría.